Al llegar la década de los 60, el joven airado de la década anterior, atormentado en sus propias confusiones por su paso a la madurez, prepararía el camino a una nueva generación dispuesta a enfrentarse a todo símbolo de autoridad y echarse a la calle, para mostrar su contrapoder.
Sería la primera revolución juvenil de la historia. Las nuevas costumbre juveniles librarían un combate abierto contra el poder político operante, y los convencionalismos del orden moral burgués. Un movimiento que ya no encabezarían los desheredados de la fortuna, sino los hijos privilegiados de las clases medias y los obreros ilustrados tras un siglo de escuelas públicas. Sin duda, el efecto de la otra gran revolución: la Francesa de 1789.
Hace la apertura musical la orquesta de Dámaso Pérez Prado en el mambo «Lupita».